Reforma arquitectura financiera europea


 

Los fallos en el sistema de supervisión financiera puestos de manifiesto con la crisis, tanto de carácter específico como en general, el retraso de los sistemas de supervisión nacional que regulan actuaciones en muchos casos transfronterizas, han hecho que la Comisión Europea proponga un conjunto de ambiciosas reformas sobre la arquitectura  financiera europea, al tiempo que algunos países de la UE han iniciado ya reformas relativas a los sistemas de supervisión dentro de sus ámbitos competenciales de actuación. La falta de sincronía y la diversidad de enfoques podrían poner en tela de juicio el éxito de tales reformas.


Reforma de la arquitectura financiera Europea o la falta de una visión compartida

Visiones diferentes sobre el futuro sistema financiero de la UE

La Unión Europea se debate ante el diseño de cómo habrá de ser el sistema financiero del futuro. Las divergencias se manifiestan en un debate con trasfondo ideológico, sobre el nivel de libertad que ha de imperar en los mercados en términos de mayor o menor regulación del sistema financiero. Por un lado la visión inglesa favorable a la poca regulación y a propiciar la libertad de los mercados; en frente Francia y Alemania, núcleo duro a favor de mayores niveles de regulación como medio de prevenir nuevos colapsos del sistema financiero.

Tampoco existe coincidencia sobre el prototipo de entidades que habrán de propiciarse y a la forma de proceder al control. Así, conviven quienes defienden un modelo de grandes bancos supervisados por una única autoridad de supervisión a nivel de la UE, frente a un entorno de menores bancos de dimensión nacional controlados por las autoridades de ámbito nacional.

En este contexto la Comisión Europea propone un nuevo esquema de reordenación de la arquitectura financiera europea, tratando de abordar el control de riesgos (creación del European Systemic Risk Board) y de las actividades transfronterizas.

Este intento de la Comisión de abordar desde el nivel europeo la reordenación del sistema financiero, unido a las distintas sensibilidades nacionales, presenta diversas dificultades.

A los reducidos poderes coercitivos de los nuevos órganos para reconducir actividades desviadas en términos de excesiva concentración de riesgos, se une el riesgo de que las autoridades nacionales actúen por su cuenta en un doble sentido: por un lado, levantando barreras nacionales de protección contra la banca extranjera (más difícil de controlar) y adelantándose en el tiempo a la formulación de legislaciones nacionales que eventualmente pudieran no ser totalmente coincidentes con el planteamiento comunitario, por otro.

La lentitud en el manejo de los tiempos es un factor muy importante y la burocracia europea impedirá que las reglas de refuerzo de los niveles de capital se emitan antes de fin de año. Para entonces es muy probable que una gran parte de estados miembros tenga ya en vigor sus propias normas.

Mayor control y mejores sistemas de supervisión

Existe por tanto un riesgo claro de que la conformación de un mercado único, en términos de supervisión financiera, se vea fragmentada e impedida por las actuaciones de las autoridades nacionales de facto, alimentando a las fuerzas centrífugas que dificultan su creación.

Además, es preciso añadir que desde la perspectiva comunitaria se han dedicado muchos esfuerzos a los diversos borradores sobre hedge funds y activos no cotizados en manos de los particulares (private equity), como una forma de prevenir nuevas crisis del sistema financiero.

Si bien es conocido que la actuación de algunas de estas instituciones no ha sido modélica en el transcurso de los últimos acontecimientos, no es menos cierto que ellas no han sido las causantes ni desencadenantes de la crisis. De ahí que cada vez tomen más fuerza las corrientes de opinión que apuntan a la necesidad de concentrar esfuerzos regulatorios en el sector bancario, en lugar de tratar con el mismo rasero y elaborar reglas de funcionamiento análogas y por tanto ineficientes, para los hedge funds y private equity.

El problema central se circunscribe por tanto el establecimiento de un sistema de supervisión para la actuación transfronteriza de las entidades financieras. De ahí que las alternativas que se menejan se refieran o bien a establecer límites territoriales a la actuación de la banca nacional, con las correspondientes medidas prudenciales de dotación a fondos de cobertura, o bien a reforzar y rediseñar los sistemas de supervisión nacionales.

Ante este panorama de divergencias, existe sin embargo un consenso básico entre la mayoría de reguladores tanto nacionales como internacionales en el sentido de que:

-Se precisa aumentar las exigencias de capital, especialmente en tiempos de bonanza económica

-Es  preciso endurecer las reglas de control de la liquidez

-Es necesario establecer regímenes especiales para las instituciones que comporten riesgo sistémico, es decir sean demasiado grandes (too big to fail) en términos relativos al mercado en el que actúan.

Reforzar el capital, única solución civilizada

En un momento en el que la práctica totalidad del sistema financiero europeo, ha sido garantizado a costa del esfuerzo público, el cual, en última instancia, descansa sobre los contribuyentes, es posible que la herencia que quede sea un sistema bancario sobredimensionado e ineficiente.

Para evitar que esto suceda, uno de los objetivos que han de seguir los responsables políticos ha de ser preservar los intereses de los ciudadanos.

Falta de sincronía en la actuación de los países europeos

En este sentido, y siguiendo con la aceptación general sobre la necesidad de reforma de la arquitectura financiera europeo, algunos países ya están dando los primeros pasos.

Inglaterra es uno de ellos y anuncia reformas orientadas al endurecimiento de las exigencias de capital como la sola alternativa a seguir en estos momentos.

Ello se debe a que la idea de fragmentar o fraccionar a los grandes bancos no garantiza el que sean más seguros; el acceso a la propiedad pública de los bancos tampoco se antoja excesivamente interesante en la medida en que nos llevaría a un escenario de entidades gestionadas por o con criterios políticos.

Por otro lado, los gobiernos tampoco pueden retirar la ayuda pública brindada hasta ahora y dejar a la banca al albur de su destino, por la negativas connotaciones asociadas a ese tipo de prácticas.

Queda por tanto el recurso a reforzar el capital de las entidades como forma de salvaguarda de los intereses de los contribuyentes. Ello supone una mejora en la solvencia de las entidades en la medida en que aumenta el colchón o gap entre riesgos asumidos y activos controlados.

El fracaso de Basilea2 pone de manifiesto la necesidad de la reforma

De entre las lecciones aprendidas de la actual situación de crisis del modelo, están las relacionadas con los niveles de capital que hubieran sido necesarios para evitar esta situación. Así, según The Economist, los bancos americanos hubieran necesitado al menos el doble de la ratio de capital “duro” del 4% actualmente en vigor para hacer frente a la fase más contractiva del ciclo.

Uno de los elementos que explican el fracaso de Basilea 2, se relaciona con la definición demasiado amplia de los activos de capital, admitiéndose algunos tipos de deuda.

De ahí que sea necesario establecer vínculos entre la evolución de la economía y las exigencias de capital. Se precisan distintos niveles de capital para diferentes momentos del ciclo económico. La adecuación vendría por tanto de un sistema que exigiera aumentar los niveles de capitalización en la banca a medida que aumentara el crecimiento económico.

Además de poco sirve la fragmentación o diversificación geográfica de las distintas exigencias, ya que los bancos migrarían hacia los entornos más laxos. Se precisan en consecuencia exigencias globales de capital.

Tales mayores exigencias de capital han de ser completadas con la realización de stress tests que contemplen no sólo la situación en un determinado momento, sino también las potenciales pérdidas a incurrir en un horizonte temporal de varios años, así como el conjunto de riesgos no incluidos en el balance de las entidades. Por otro lado, los resultados de estas pruebas de estrés han de ser públicos en aras a la mayor transparencia del sistema, como elemento imprescindible para mejorar la confianza de los agentes.

Finalmente, cabe señalar que dadas las circunstancias y teniendo en cuenta el objetivo de defensa de los contribuyentes, la mayor exigencia de capital es la única solución civilizada que hay en estos momentos.  Si ello no conduce a una autorregulación de la propia banca, las alternativas a futuro habrán de ser, más drásticas por mor de la presión popular sobre los decisores públicos.

 

 

Referencias:

-Divided by a common market . The Economist 2 de junio 2009

-Neither one thing nor the other. The Economist 2 de junio de 2009

-Hard talk, soft policy. The Economist 2 de junio de 2009

-The devil´s punchbowl. The Economist 9 de junio de 2009

-Appetite suppressant. The Economist 9 de junio de 2009

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