La situación de la Unión Europea cambia día a día. A la vuelta de vacaciones cobra fuerza de nuevo el debate sobre la posible desaparición del euro como moneda única y las repercusiones asociadas a tal fenómeno, en todo el sistema europeo e internacional. -Los inversores creen que el euro puede “saltar por los aires”, Austria insiste en la posibilidad de expulsar países del euro y The future of the euro: stability through change. M Draghi. BCE. Son sólo algunos ejemplos que ilustran este debate.
Hablar del “fin del euro” por tanto ya no es una quimera, ni una ocurrencia con escasos visos de convertirse en realidad. El posible fin del euro es una de las amenazas que con más visos de realidad se ciernen sobre la Unión Europea y que condicionará el futuro de la misma. Su materialización supondría extender la idea de fracaso colectivo del modelo diseñado para compartir una moneda única en un espacio económico compartido.
Euro: futuro incierto
Como en todo debate, se confrontan dos posturas: la de quienes creen en la falla del sistema y de quienes apuestan por su pervivencia. Entre los primeros, J.van Overtveldt, ofrece en su libro “El fin del Euro” (The End of the Euro: The Uneasy Future of the European Union). En se afirma que la falta de visión de los políticos, analistas y observadores europeos, se hizo patente cuando la crisis económica que afectaba a Europa desde fines del 2009, lejos de concluir, se prolongaba en el tiempo. La primera reacción fue negar que la debacle financiera americana afectara a la UE, como si la interdependencia de los mercados no fuera un elemento clave que aúna el comportamiento de todos ellos a escala planetaria y los movimientos en unos no afectaran a todos los demás.
Seguidamente fijaron su atención en el pernicioso comportamiento de los mercados financieros y en los movimientos especulativos asociados a los mismos. La persistencia de la crisis hizo que pasaran a llamar la atención a los griegos e irlandeses, sin conceder al fenómeno una aproximación de globalidad, sistémica. Viéndolo únicamente como episodios de desequilibrios fiscales localizados en lugares específicos de la geografía europea.
Como contraste a la tendencia descrita de buscar a los responsables “fuera”, J.van Overtveldt, defiende su idea de que la génesis del problema puede atribuirse a la mala gestión económica de algunos países.
La resolución del futuro de la Unión y del euro pasa por tres escenarios:
- “Más de lo mismo”. Consistiría en seguir inyectando más dinero a las naciones afectadas a cambio de reformas fiscales internas. Se trata de una apuesta a corto plazo: supone sostener a la UEM por algún tiempo, pero poniendo en peligro el futuro del euro. A mayores recortes impuestos menores probabilidades de reactivar las economías de los países en dificultades, reduciendo de este modo las posibilidades de su salida de la recesión. Por extensión, esto aumenta las necesidades de aportaciones solidarias por parte del resto de países de la Unión, pudiendo llegar, en el extremo, a que alguno de ellos rehúse seguir con sus aportaciones, acabando por descalabrar al sistema. Si la quiebra se produce en países de reducida dimensión, la Unión podría soportar un escenario así, sin embargo su capacidad de aguante se vería quebrada con la caída de los Estamos miembro de mayor tamaño, como España, Italia o Francia.
- “Desechar el sistema”. Cualquiera de los miembros agonizantes podría abandonar la UEM. Al salir del euro, el Estado en cuestión podría devaluar su moneda para revigorizar su competitividad externa y recargar su economía. Ello supondría sin embargo admitir las fallas del sistema y su vulnerabilidad, a ojos vista de los mercados e inversores internacionales.
- “Reconstruir el sistema”. Se trataría de avanzar entre los Estados que continúen dentro de la Unión, viéndose abocados a hallar soluciones para salvaguardar la unidad económica. En este escenario, el mayor peso específico de Alemania, le otorgaría una mayor autoridad. Para ello es preciso respetar la “cultura de estabilidad” de los alemanes, so pena, en caso contrario, de abandono de la Unión. Por otro lado, hay que ser consciente de que los mercados de exportación alemanes se están trasladando cada vez más de Europa a Asia y que la “nueva realidad política” de Alemania, que le atribuye una menor importancia geopolítica a una Europa unida. Se requiere por tanto levar a cabo intentos serios y cooperativos de reestructurar la UEM, respetando los intereses involucrados, para salvar al euro, antes de que sea demasiado tarde.
A favor de la pervivencia del euro
En el lado opuesto del debate, hay quien no duda sobre la continuidad del euro, si bien tener un euro estable no significa elegir entre opciones extremas de o volver al pasado o avanzar hacia los Estados Unidos de Europa. En este grupo, el Presidente del BCE, Mario Draghi, defiende la necesidad de una nueva arquitectura para el área del euro, que no precise previamente de unión política. En su discurso “The future of the euro: stability through change”, defiende que la solución vendrá de responder con calma a la cuestión de cuáles son los requerimientos mínimos para completar una unión económica y monetaria.
Las dificultades por las que atraviesa la moneda única no han alterado los objetivos de la misma, que siguen siendo la estabilidad de precios y el crecimiento sostenido a favor de los ciudadanos. El debate se produce porque el área del euro se ha mostrado escasamente equipada para asegurar políticas capaces de gestionar la crisis de manera efectiva.
Draghi reconoce que una nueva arquitectura es necesaria para el áera del euro, sin que ello implique una unión política previa. Si bien la unión monetaria precisa de un mayor grado de coordinación en el proceso de toma de decisiones, la integración económica y la política pueden avanzar en paralelo, respetando la soberanía de los Estados en los ámbitos precisos.
En suma, las diversas visiones sobre el futuro de la unión monetaria y, por extensión, del euro, topan en un contexto cargado de incertidumbres y equilibrios inestables. El desenlace dependerá de la actuación conjunta y coordinada de todos los miembros de la UE y del si predomina la visión de Unión frente a la de Estado miembro o viceversa.
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