Desde los pasillos de Copenhague
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Es posible que de esta reunión de Copenhague no salgan acuerdos concretos, ni grandes avances hacia el establecimiento de un sistema mundial más sostenible, en términos de incidencia sobre el calentamiento de la tierra. No quisiera ser pesimista, sin embargo este intento también pudiera acabar en sonoro fracaso. Son conocidos los enormes intereses económicos que subyacen en el desarrollo rápido de las economías emergentes, tras el experimentado por los «países desarrollados».
Percibo sin embargo que algo está cambiando en la conciencia de las grandes potencias. Me refiero en concreto al hecho de que el ejército americano, agobiado por los enormes gastos generados por las dos guerras en marcha (Afganistan e Irak), y más específicamente por el enorme gasto económico asociado a las ingentes cantidades de combustible que precisan, ha puesto los ojos en las energías limpias (especialmente en la energía solar) para cumplir un doble objetivo. Por un lado, reducir el coste económico asociado al gasto en combustible y por otro, reducir la vulnerabilidad militar de sus ejércitos que tienen en las cadenas de suministro un flanco débil que los enemigos conocen y explotan.
Mi esperanza se basa en que, al igual que ocurriera con Internet, cuyos orígenes hay que remontarlos al uso militar de la información conectada en red, una vez que se avance lo suficiente en la utilización de las modernas técnicas para el aprovechamiento de las energías limpias para fines militares, llegue una segunda fase de generalización de las mismas a la sociedad civil y con ella la sustitución masiva de energías procedentes de materias primas de origen fósil, a energías sostenibles y limpias, y de este modo empezar a frenar el proceso acelerado de calentamiento global al que asistimos. ¡Ojalá que esta segunda fase se inicie cuanto antes!